EL DIAGNOSTICO DE LA DISLEXIA
Su hija no sabe contar hasta 20, no identifica algunos
números, su hija confunde las vocales, su hija se distrae con
facilidad, su hija no llega... le está costando aprender a leer...
pero es muy maja y tiene buena conducta... ¿llevarle a algún especialista?...
no creo que sea necesario, ya madurará... son pequeños. No le deis importancia.
¿ir al orientador?... está muy ocupado pero veré lo que se puede hacer.
Después de un tiempo más que prudencial, están
los resultados de los tests que se le han echo. Su hija tiene
una evolución normal, ¡pero mira qué maja que es y que bien dibuja...! No
se encuentra nada importante, es pequeña, hay que esperar, quizás cuando tenga
seis años... ¿llevarle a algún especialista?... noooooooo, no es necesario. No
le deis importancia.
En casa, cada día somos más conscientes de que ésta es una lucha de familia. El colegio
no se detiene y semana tras semana se sumerge en el mundo de las palabras de la
mano de un método llamado letrilanda basado en los sonidos de las letras... y
que lío, que lío... si esta es igual que la otra y la otra igual que la
anterior... ¿pero ésta no era aquella? ¿y aquella no era?... ya no me
acuerdo... creo que mi madre me ha puesto galletas de chocolate para el desayuno...
a ver si toca la campana que tengo hambre.
Empieza la dificultosa tarea de encontrar ayuda
externa porque la lectura nos supera y no sabemos distinguir no quiero
de no puedo.
Justo cerquita del cole hay un logopeda. ¡Cuanto niño
en la consulta!, eso debe ser buena señal. Son 120 euros al mes que pagamos con
tranquilidad, que desde luego perdemos al comprobar que pasado el primero ya
estamos estancados... ¡pero que maja que es y que interés pone!. Así pasa el
tiempo hasta que el logopeda nos remite al optometrista, que también tiene su
consulta cerquita del cole. 140 euros por hacerle unos test y 120 al mes...
resultado de la valoración... su hija tiene problemas con la lectura... ¡Menuda
novedad!, y pienso que igual yo tendría que poner otra consulta cerquita del
cole de cualquier cosa que acabe en ogo, ista o eda.
Pasado un tiempo el optometrista nos dice que no se
puede hacer nada más. ¿dislexia? no, no... ¿llevarlo a un neurólogo?... yo no
lo haría... es pequeña.
Cerramos la puerta de la consulta con la intención de
abrir otras vías. Ha llegado el momento de profundizar en el problema y
acudimos a un neuro fisiólogo que diagnostica la dislexia. Por fin tenemos la
sensación de ir en el sentido correcto y de estar cerca de la causa que
provoca la dislexia. Nos habla de un método llamado JOHANSEN y
nos dice que está demostrada su efectividad.
Este método consiste en una terapia de sonidos con el
fin de mejorar la discriminación auditiva y el lenguaje tanto hablado como
escrito. Mi hija tiene que escuchar 10 minutos al día un cd grabado a
partir de los resultados de las audiometrías que periódicamente se le hacen.
Pronto vemos resultados, pero nos aconsejan completar
el tratamiento con otro método llamado PADOVAN. Este consiste en
trabajar la evolución neurosensorial, consiguiendo mejoras en el proceso de
maduración neurológica.
En menos de tres meses ya podíamos hablar de un gran avance. Después de dos años de tratamiento con ambos métodos, nuestra hija está obteniendo muy buenos resultados académicos, cambiado su actitud ante el estudio, deporte y relaciones sociales, algo tocadas como consecuencia de las burlas que tuvo que soportar de sus compañeros de clase.
En menos de tres meses ya podíamos hablar de un gran avance. Después de dos años de tratamiento con ambos métodos, nuestra hija está obteniendo muy buenos resultados académicos, cambiado su actitud ante el estudio, deporte y relaciones sociales, algo tocadas como consecuencia de las burlas que tuvo que soportar de sus compañeros de clase.
Recuerdo nuestro primer contacto con el método JOHANSEN
cuando la terapeuta nos comentó: verás a tu hija tumbada en la cama leyendo un
libro. Entonces nos parecía imposible. El día que lo hizo, le envié la foto.
El objeto de contar nuestra experiencia con la
dislexia, no es otro que el de ser útil a los padres que viven situaciones
similares y no encuentran los métodos adecuados, y que como nosotros,
pierden su tiempo y dinero en terapias que sólo trabajan los síntomas de
la dislexia, no llegando nunca a su causa. Por lo que, si bien aprecian
una pequeña mejoría, pronto se estancan. El resultado puede acabar en
fracaso escolar y al no obtener los resultados esperados después de un
gran esfuerzo, su autoestima puede verse afectada.
¡Animo!... se puede.
¡Animo!... se puede.
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